lunes, 20 de febrero de 2017

Relación microbiota-cerebro: clave en la aparición de alteraciones del sistema nervioso.

La microbiota intestinal es considerada por muchos expertos como “un órgano más” del cuerpo humano debido a las características propias que conserva y a que cuenta con un conjunto de microorganismos residentes capaces de generar mecanismos que protegen frente a otros microorganismos patógenos, estimulan otros mecanismos de respuestas inmunes, modulan la motilidad intestinal al igual que participa en la funcionalidad de otros órganos y sistemas.


Una de las relaciones más importantes entre la microbiota intestinal y otros órganos o sistemas es la que mantiene con el cerebro, según el Dr. Ramón Cisterna, presidente de la Asociación Microbiología y Salud (AMYS) y jefe del Servicio de Microbiología e Inmunología en el Hospital Universitario de Basurto en Bilbao.


Y es que según comenta el Dr. Cisterna, esta interacción que se mantiene principalmente a través del nervio vago y que se denomina eje cerebro-microbiota intestinal, “podría ser considerada fundamental en la génesis de diferentes disfunciones o alteraciones del sistema nervioso central. Esto, se debe a que algunos de los productos que están relacionados con el sistema gastrointestinal pueden ser neuropatogénicos”.



En esta relación, destaca la actividad bacteriana que se produce durante la creación de metabolitos, aquellas sustancias que se generan durante el metabolismo. En dicha actividad, es notoria la denominada “fermentación de los carbohidratos con la formación de ácidos grasos de cadena corta”, que según manifiesta Ramón Cisterna “afectaría a las funciones cerebrales al entrar en la circulación general”.


En este sentido, el presidente de AMYS declara que la microbiota intestinal, a través de este tipo de cambios que se generan a nivel intestinal y llegan al cerebro a través del nervio vago, “podría afectar al desarrollo y funcionalidad del cerebro” debido a que se produce la “secreción de varias neurotrofinas y proteínas tales como el factor neurotrófico cerebral (BDNF), la sinaptofisina y la densidad postsináptica (PSD).


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Fuente: consalud.es 05/02/2017